Hay más peces en el mar
Hoy en día estamos acostumbrados a «tener de todo» y a poder «reemplazarlo todo». Si se los rompen las medias (diseñadas para ello) NOS COMPRAMOS OTRAS. Si se nos pierden las llaves del coche PEDIMOS OTRAS. Si nos deja nuestra pareja NOS BUSCAMOS OTRA.
Y es cierto que, de algún modo, si esto ocurriera «sin consecuencias», estaría muy bien. Sin embargo, como todo, este comportamiento compulsivo y poco reflexivo ha hecho que nuestro planeta este sufriendo un cambio climático peligrosísimo y que más de un 40% de la sociedad padezca trastornos de ansiedad y/o depresión. Por lo que, si os interesa lo que escribo en este artículo, procurad que genere algún cambio en vuestro comportamiento.
Un clavo quita otro clavo
Este ritmo de vida frenético ha hecho que muchas personas pierdan cualidades como: el esfuerzo ,la paciencia, el sacrificio, la delicadeza, el saber perdonar, etc. Pero lo que es aún más importante: HAN PERDIDO AUTOESTIMA.
Hoy en día pareciera que no eres nadie si no llevas el reloj que anuncian por la tele, que estás anticuado si no tienes una agenda digital, y que eres un fracasado si no tienes pareja. Por este último motivo, son muchas las parejas que se juntan nada más dejar una relación (porque «se ve feo» o porque no consiguen sintirse bien solas) y no se dan tiempo para VALORAR LO QUE TENIAN. Y lo que es aún más importante, no se dan tiempo para APRENDER DE LOS ERRORES COMETIDOS, y por ello se vuelven a juntar y vuelven a COMETER LOS MISMOS.
Una separación del tipo que sea (material, geográfica o emocional) requiere de un proceso de duelo. Y esto, son pocas las personas que lo saben y aún menos las que lo respetan. Sin embargo, al igual que para superar la muerte de un ser querido se requiere de tiempo y es necesario sentir el vacío de su ausencia para poder valorar lo que queda de su presencia; para poder reconstruir una relación emocional «más sana» con otra persona, es importante lidiar con el vacío que ésta nos deja cunado nos separamos.
Te regalo mi ausencia, ya que no has sabido valorar mi presencia
Luego está el otro extremo, aquellas personas que «por educación», por «presión familiar o social», «por inseguridad personal», etc. no son capaces de dejar una relación. Esta peronsas son aquellas que acaban: o bien siendo siempre «a las que dejan» (lo que acaba reforzando la hipótesis de que «no valen lo suficiente», etc.) o bien aguantando lo inaguantable.
El título de mi artículo completa el de este apartado, pues son muchas las veces en las que no logramos apreciar lo que teníamos hasta el momento en el que lo perdemos. Lo que significa que necesitamos conocer el sentimiento de vacío que deja una persona/cosa, para lograr otorgarle el valor que realmente tiene en nuestra vida.
Hay distintas formas de hacer este regalo, por ejemplo podemos comenzar dejando de tener pequeñas atenciones que han pasado a ser «parte de la rutina» y por ello ya no se valoran. Asistir a reuniones fastidiosas, preparar comidas complicadas, ocuparse de facturas importantes del otro, etc. pueden suponer un esfuerzo que acabe gastando la energía que a uno le queda para hacer frente a «otras» cosas que nos plantea la vida. Y si encima este esfuerzo no es valorado, puede acarrear consecuencias psicológicas nefastas. Si con ese toque de atención la relación no se reequilibra, una separación (definitiva o circunstancial) puede ser entonces el mejor regalo para ambos.