«UN PENSADOR CON CORAZÓN»
Para Mayer y Salovey la inteligencia emocional hace referncia a un “pensador con un corazón”, es decir: una persona que percibe, comprende y maneja relaciones emocionales de forma adaptativa.
Para ello, debemos aprender y enseñar a nuestros hijos a saber percibir con precisión, valorar y expresar una emoción. El primer paso para ello es ACEPTAR todas las emociones. Pues como decía en mi artículo precedente sobre el tema, cada una de ellas tiene una función importante para nuestro bienestar individual y colectivo.
Aprender a identificar las emociones
Hasta los 2-4 años los niños aprenden principalmente por OBSERVACIÓN (Albert Bandura). Por lo que podemos comenzar enseñándoles imágenes de rostros (humanos o animados construídos por nosotros mismos), o representar situaciones con personajes (juego simbólico) en los que aparezcan diferentes expresiones emocionales. De esta manera, irán adquiriendo vocabulario y poco a poco contruirán una buena base desde la que empezar a descubrir el mundo de las emociones.
A partir de los 5 años los niños ya hablan, lo que quiere decir que han comenzado a conectar las emociones básicas con experiencias y vocabulario (inteligencia simbólica de Piaget). Libros como el emocionario pueden entonces ser de gran ayuda para introducirles nuevas palabras. A partir de este momento además, ya pueden acceder y/o generar sentimientos que facilitan determinados pensamientos y viceversa. Por lo que es una etapa muy sensible en la que debemos cuidar mucho nuestro lenguaje, pues por ejemplo: si cada vez que nuestro hijo manifiesta su tristeza le decimos que «debe ser fuerte», es probable que asocie la tristeza con debilidad.
Una vez más, el ejemplo que vean en sus modelos diarios serán los que más repercusión tengan en su aprendizaje emocional. Por lo que es fundamental que estemos atentos a cómo nos comportamos nosotros y el resto de personas con las que interactúan nuestros hijos. Si queremos que nuestros hijos aprendan a expresar y manejar correctamente sus emociones, primero debemos hacerlo nosotros.
Reconocer la emoción y comprender a los demás.
Una vez que sabemos reconocer nuestras propias emociones, logramos ponerles nombre y les tenemos asociado un determinado concepto, nos va a ser más fácil comprender qué les ocurre a los demás (o no).
En una situación de conflicto es fundamental saber escuchar y entender antes de ser entendidos. Pues como todos sabemos (pero pocos recordamos cuando estamos invadidos por una emoción), cada persona vive una determinada situación de manera única. De ahí el que la emoción sea «una reacción subjetiva» al entorno. Por lo que, aunque a partir de la expresión facial de la persona y nuestras experiencias en el contexto podamos deducir lo que el otro está sintiendo, siempre es mejor comprobarlo PREGUNTANDO.
La importancia de saber regular las emociones
El objetivo final de la educación emocional es promover el crecimiento emocional e intelectual de las personas. Es decir, al lograr identificar nuestra emoción, hacemos que su intensidad se reduzca y así logramos acceder mejor a nuestras funciones cognitivas. Además aprendiendo a regular y expresar nuestras emociones de forma adaptativa, es como vamos a poder sacarles provecho y avanzar.
Son muchas las ocasiones en las que un bloqueo emocional estanca a una persona en una determinada fase de su desarrollo, creando problemas colaterales a otros niveles de mayor o menor intensidad. Por eso, desde bien pequeños, es importante cuidar de nuestro desarrollo emocional. Técnicas como aprender a RESPIRAR («sólo respira») son muy útiles para ayudarnos a salir de la emoción y así lograr manejarla mejor.
Referecias: Albert Bandura, Etapas del desarrollo de Jean Piaget, Inteligencia emocional Mayer y Salovey.